24 febrero 2009

Notas sobre el Karst de Maravio (vertiente tevergana)


"Maraviolloso”, es la palabra justa para definir este idílico lugar… praderías inmensas, montaña, agua, animales salvajes, la vegetación, su paisanaje porque no, etc, etc, son factores que se conjugan y definen un paraíso excelso para los amantes de la naturaleza. Caminar, bicicleta, escalar, las cuevas o simplemente sentarte a disfrutar del paisaje, son algunas de las cosas que se pueden realizar en este monumento natural perteneciente, o más bien compartido, por los concejos de Yernes y Tameza y Teverga. Es en la vertiente tevergana de estos puertos donde se ubica un vasto sistema subterráneo, escondido celosamente bajo un manto calizo de primer orden como es el cordal de Maravio.
Podríamos decir que los fenómenos de karstificación más importantes, o intensos, en la zona poseen un control tectónico. Este hecho, deriva del emplazamiento de un importante cabalgamiento según una dirección Norte-Sur, que provocó la superposición de una serie de materiales rocosos más antiguos (cámbricos y ordovícicos principalmente) y de gran dureza de forma general, con las cuarcitas como principales protagonistas, sobre otros más modernos y notoriamente más débiles (carbonífero superior siliciclástico). Se generó de esta manera, una pequeña sierra (La Granda) topográficamente de menor entidad que su vecina y destacada sierra de Maravio y, de la que le separaba únicamente, una estrecha franja de materiales más débiles y blandos que quedaron a modo de depresión.
A partir de ese momento las aguas derivadas de las precipitaciones se fueron encauzando originando una red de drenaje cerrada, muy bien definida y convergente hacia la potente barrera caliza por cuyo contacto percolan, a través de una banda colectora en los alrededores del Pozu’l Agua, como se puede ver en el esquema adjunto. Durante este trayecto, el agua atraviesa un área bastante extensa constituida por un sustrato rocoso básicamente silíceo y una cobertera vegetal bien desarrollada, incrementándose la agresividad del agua (mayor intensidad de disolución carbonatada) así como la carga de sedimentos con los que potenciar la erosión mecánica del macizo al filtrarse a su través.
La adición de trazadores químicos en el Pozu’l Agua, hace ya unos cuantos años, permitió conocer de forma indirecta, el impresionante viaje del agua hasta su salida al exterior en el valle de Valdecerezales. Esta surgencia, es fácilmente observable a través de un manantial, tributario del río Teverga, situado unas decenas de metros antes del primer túnel de la carretera AS-228 en dirección a Caranga, provenientes de Entrago y es visible desde la Senda del Oso.
El resultado, de una forma global, es un filtro natural de las aguas provenientes de una cuenca de drenaje externa, con un desarrollo subterráneo, en línea recta y tomando el pozo mencionado antes como sumidero, de más de 3 kilómetros y un desnivel, tomando las mismas referencias, de aproximadamente 500 m. ¡Ahí es nada!
El inconveniente a este enorme potencial radica en la imposibilidad, hasta ahora, de acceder a su parte activa, bien desde los sumideros o bien desde las cotas superiores de la sierra de Peña Gradura. A pesar de prospectar en numerosas ocasiones, de explorar algunos pozos y de la experiencia de otros espeleos en zonas anexas o relacionadas con el sistema, todavía no hemos encontrado nada y, por el momento, sus secretos se encuentran a buen recaudo
(que no habrá ahí metido…).

20 febrero 2009

Fin de semana 21 y 22 Febrero

Saludos cuasaquianos.
Para empezar el fin de semana, hemos decidido pasar frío en el desfiladero de Los Beyos, así que, salvo imprevistos, nos acercaremos el Sábado (Justo y el menda) a Puente Vidosa para realizar la cascada de Aguasaliu, que debe de bajar muy chula de agua aunque xelada como mil demonios.
El Domingo aun tenemos que gestionarlo. Una de las opciones, ahora que Nerea está operativa los Domingos, sería meternos en la Veigadonga, para ponerla en contacto con un sistema de envergadura y activo (y que tantas horas de disfrute nos hizo pasar en su momento). Podíamos entrar por la cueva de los ingleses, dar un buen rulo y salir por el sumidero Este.
Por otro lado, la opción barranco también sería interesante... habrá que sopesar las opciones.
El que tenga alguna idea que hable ahora.... o de tarde. Tú no Cantia, que tienes exámenes... cuando estés operativa haremos cosas mejores, como limpiar el material, recoger el local, cuchar praos, etc...no te preocupes.

ACTIVIDADES

Al final, y como siempre no hicimos lo planeado, ni fuimos a hacer Aguasalio, ni nos acercamos a la Veigadonga.
El sábado, Gelo y yo, nos acercamos por la mañana a la zona sur de la sierra del Aramo para echar un vistazo a una surgencia y controlar un poco la zona de búsqueda.
En principio, exploraremos por la parte alta de la sierra, siguiendo una marcada falla relacionada con la surgencia.


El domingo, Nere, Gelo y yo, nos acercamos a bajar la parte inferior del Vallegón.
El día fue muy bueno, si es que hasta disfrutamos poniéndonos el neopreno al solín, ya casi nos habíamos acostumbrado a pasar frió en estos menesteres.
Nada mas tomar contacto con el agua, vimos que ésta era abundante y sentimos que estaba muy fría; el primer rápel (16 metros) nos lo confirmó. Decidimos bajar esta primera cascada por el agua para darle un punto de alegría al descenso, no nos equivocamos y el manguerazo fue bueno.
A destacar el cambio que sufrió este barranco por culpa de los desprendimientos debidos a las obras de la carretera que sube a Amieva. Recuerdo que había un tobogán pequeño pero muy chulo, ahora esta todo prácticamente lleno de bloques.
Este tramo también nos depara una zona encajonada muy corta y bella, mencionar un marcado pliegue, a mano derecha en la cabecera de la ultima cascada.
Buen descenso a pesar de los bloques derrumbados y a lo corto que se hace, y con el caudal que llevaba mucho mas entretenido sin duda.

16 febrero 2009

Fin de semana San Valentin

Ante la imposibilidad de retomar los dos proyectos que tenemos actualmente en el Aramo (por culpa del acceso en un caso y de la cantidad de agua en otro) y, con el buen fin de semana que se barruntaba, decidimos irnos el sábado Justo y yo a prospectar por la sierra de Maravio con la esperanza de topar con algún pozo. El día no fue muy fructífero a pesar de la pechada, pero la zona promete, y mucho, y estamos seguros de encontrar algo si insistimos.















El domingo, con el buen tiempo asegurado, decidimos realizar una actividad con la que poder disfrutar del sol y ya de paso, practicar con Nerea en algún cañón con caudales un poco más fuertes. El lugar elegido fue el Cañón de Carrocera en Teverga. Se trata de un cañon que auna una serie de características que lo hacen perfecto para pasar un gran día en el monte. Tanto el acceso, como el retorno se enmarcan en un paisaje increíble y encima, no suponen una gran exigencia física. En cuanto al descenso, es un cañón muy corto, un pasillo encajado entre dos potentes capas cuarcíticas con cuatro rápeles muy bonitos (sobretodo la última cascada, de 32 metros, con unas vistas sobre el bosque impresionantes). Es un descenso que admite (y llevaba) mucha agua y nos pareció perfecto para poner a prueba los nervios en cascadas tumultuosas, pero sin problemas de recepciones difíciles




















Pozo Las Glayas (Marabio-Teverga)

18-01-09: Después de varias intentonas fallidas, por fin localizamos el pozo gracias a Teca.
Salimos de Santa Ana (Marabio) por la mañana, con un día ventoso y frío.
Llegamos a la boca del pozo en menos de 45 minutos y reequipamos la cabecera con un parabolt, ya que el spit que había estaba muy oxidado. La primera tirada la estimamos en 42 metros, casi todo volado, hasta alcanzar una cobertera de suelo vegetal muy inclinado y repleto de bloques, unos metros más abajo se abre otro pozo, donde aseguramos la cuerda a una columna pequeña, pero con garantías. El comienzo del descenso de este nuevo pozo está marcado por un estrecho paso que nos hace meter el barril de cerveza por donde le quepa al cuerpo. La tirada es de unos 15 metros más o menos. En el fondo, encontramos dos gateras que parten de la pequeña sala en direcciones opuestas, solo nos deparan unos pocos metros de exploración para cada una, ya que se cierran rápidamente. Aquí se acaba esta pequeña y bonita sima, que no ofrece ni formaciones espectaculares, ni una continuidad hacia el gran sistema que esconde esta zona, pero lo que si nos dió fue una bonita jornada y la seguridad de volver para hacer una buena topografía.
La formacion de esta sima se debe claramente al aprovechamiento de una marcada junta de estratificación como así lo demuestra su boca de entrada y la morfología del pozo.
A destacar tambien la cantidad de craneos de cánidos que hay, creemos que se trata de raposos.

12 febrero 2009

Pozo Las Glayas (Llamoso-Belmonte)

Pozo situado al N y bastante cerca del pueblo, el acceso es por el camino que va a San Martín de Ondes, desviándonos al poco donde una cabaña derruida hacia la ladera izquierda, la zona esta bastante tomada por cotollas.
Es un pozo que ya estaba explorado cuando lo encontramos nosotros, tenía un spit en la cabecera.
Son 25 metros de profundidad sin posibilidad de continuación, con un suelo inclinado por la cantidad de detritos.

11 febrero 2009

Cascadas del Xiblo

Media vida sabiendo de ellas, pasando cerca o viéndolas de lejos, pero hasta fechas muy recientes no empezamos a sentir la “llamada”. Esa que se activa en un momento de descuido, tras un trago de cerveza y se propaga como la pólvora hasta transformarse en una necesidad findesemanal imperiosa. Aquel inspirador día empezamos a desarrollar la estrategia para este nuevo reto. En principio solo teníamos constancia de una cascada enorme, de 70 ó 90 metros según diversas fuentes, por lo que creíamos iba a ser una tranquila jornada disfrutando del monte y, de regalo, montar un par de rápeles sobre una lengua de agua. Sabíamos también que este salto de agua ya estaba abierto hace más de quince años por lo que a primera vista dedujimos dos cosas: no íbamos a ser los primeros y la equipación dataría del Neolítico inferior. Con estos antecedentes concretamos rápidamente el tema material (dos cuerdas de 50, una de veinte y una de 10, además de cintajos, cordinos y cacharrería metálica típica al uso). Para el acceso tuvimos alguna duda más, pensando en tirar desde la Focella o buscar una alternativa desde las cercanías a la base de las cascadas, donde llega una pista proveniente de la carretera que sube al Puerto Ventana. Esta pista fue explorada por Justo con la moto para una mejor comprobación del terreno, llegando a la conclusión de poder transitar hasta su finalización con todo terreno. Luego, caminando hasta la base de la que sería la última cascada creyó posible una remontada monte a través para cortar el camino que, desde la Focella, desemboca en la Braña de Las Navariegas y nos dejaría en la cabecera del supuesto resalte. Este “atajo” nos evitaría, por un lado, un buen rodeo hasta dar con el camino de marras desde el final de la pista y por otra parte, empezar la ruta en el mismo pueblo.
Una vez perfilado el plan, marcamos un primer intento para el día 22 de Junio, y digo intento, porque no llegamos a ni a oler el agua. El caso es que la remontada por el monte hasta empatar con el camino oficial se convirtió en una penosa subida por un inestable canchal, para luego terminar trepando por una canal-chimenea bastante verticalilla y exigente que nos dejó bien calentitos. De lo malo, las vistas eran privilegiadas y pudimos constatar ya, la presencia de al menos tres cascadas de importantes dimensiones… ¡Adiós a la relajada jornada dominical! Durante uno de los breves descansos que nos concedió la puñetera pared rocosa y mientras disfrutábamos de esas vistas, nos dimos cuenta de que ese día no iba a ser propicio para el descenso. La cabecera de una de las cascadas observadas soltaba agua a borbotones irregulares, como si la acumulara y en determinado momento fuera evacuada con fuerza al exterior. Esto nos dio que pensar acerca del caudal, para encima, tanto Justo como yo tuvimos sueños agitados esa noche relacionados con crecidas de agua, ¡Vaya coincidencias!, ¿Sería una advertencia del destino?, ¿Visiones premonitorias? ¿Íbamos a morir sin descendencia (y con eso me ciño al tema del relato y no a lo de la paternidad)? De cualquier forma y a una indicación de nuestros esfínteres, optamos por abandonar todas nuestras ansias de cañón y decidimos continuar hacia la parte alta del río, para valorarlo en toda su envergadura y posponer el descenso en otra fecha donde la cantidad de agua fuera más asequible a una primera toma de contacto.
Terminamos de superar la barrera rocosa y por fin damos con el camino principal, nuestro verdadero objetivo desde que empezó el día. En pocos minutos nos adentramos en una hermosa viesca de la que disfrutamos durante un breve trecho aunque nos impida la visión del arroyo que burbujea por debajo. Son unos cientos de metros hasta que camino y torrente se unen señalando la referencia de entrada al agua. Con la miel en los labios, no nos queda más remedio que volver sobre nuestros pasos y como nos sobraba mucho tiempo, continuamos por el camino, evitando tener que destrepar por la canal-chimenea y así de paso comprobar como sería el acceso de esta manera. Resultó un paseo muy grato. Un camino, empedrado en ocasiones, pero muy bien marcado, te adentra en una zona boscosa donde solo te falta sorprender a un Trasgu o a un Duende en cualquier recodo. De forma gradual, el bosque da paso a pastizales y cabañas parcialmente abandonados y en poco tiempo topamos de bruces con un cruce de caminos, de modo que o sigues hacia el Norte en dirección a la Focella o tomas el desvío que sale por la derecha, en un giro de 180º, retornando hacia el bosque que quedó atrás y donde nos espera el coche después de unos veinte minutos de ligero pateo.
Esta primera incursión sirvió para darnos cuenta de que la empresa iba a ser un poco más intensa y que gracias a la variante de retorno empleada, aclararnos el camino de subida.
Volvimos al ataque casi un mes después. Con el tiempo más estabilizado calculamos que el arroyo no estaría muy cargado con lo que las expectativas de embarque disminuirían en gran porcentaje. Con la moral alta y conocedores del camino de acceso, nos plantamos en una hora y cuarto en el punto de entrada al río. Nos cambiamos, preparamos el material y después de hidratarnos un poco (si señores, esta vez sí, llevábamos agua y barritas energéticas…. ¡Oooolé!) comenzamos la partida.
En el inicio van sucediéndose resaltes de poca envergadura que se solucionan a base de destrepes más o menos comprometidos o anclando alguna cuerda a los numerosos árboles que acompañan nuestro divagar por esta parte del río. También disfrutamos de algunos toboganes que amenizan aún más, si cabe, este tramo superior mientras nos acercamos paulatinamente hacia la potente capa cuarcítica, donde la brega se intensificará acorde al nivel de los obstáculos. La explicación a esto radica en la naturaleza de los materiales por los que discurre el torrente. El arroyo Carbacedo en el que nos andábamos metidos, nace en una pequeña cuenca receptora de las aguas provenientes de la Sierra del mismo nombre (que en esa zona hace de límite Este de la braña La Mesa), sobre un sustrato impermeable (pizarras y areniscas ferruginosas). Aquí, la infiltración del agua es prácticamente inexistente y casi todo lo que entra busca su camino hacia la vertiente tevergana. En su devenir, las aguas canalizadas topetan con la potente banda cuarcítica, más dura y difícil de horadar, pero, con la traza ya marcada y a falta de materiales más blandos por los que buscar una salida, al agua no le queda más remedio que atravesar este macizo. Intercalaciones pizarrosas en la formación cuarcítica, pequeños pliegues y fallas de poca envergadura generan las importantes cascadas con las que tuvimos que lidiar.
Ya encarados con el primer resalte de importancia localizamos los vestigios de los primeros equipadores, dos clavos ferruñosos que hablan de épocas ye-ye (¿Neoprenos de pata de elefante?) y en él que únicamente cambiamos el cordino, y es que cuando nos sale la vena ratilla lo aprovechamos todo… en fin, que le vamos a hacer, somos fieles devotos a la virgen del Puño Cerrao. Quince metros por debajo, enlazamos con otra cascada cuya instalación se encuentra en un árbol situado a la izquierda orográfica, de manera que se evita el tiro del agua (ésta de 12 metros). Progresamos rápidamente por un tramo que solo presenta un pequeño resalte, destrepable y un tobogán de tres metros. A partir de aquí comienzan las negociaciones duras. Asomamos a una marmita colgada sobre un abismo, que desde esa posición nos pareció tratarse de la cascada más grande del conjunto…. ¡Ah, ilusos!
Buscamos la mejor manera de acceder a la cabecera pero la cosa pinta fea puesto que el acceso tiene forma de tobogán y, aunque presenta una zona protegida a la izquierda, el destrepe puede acabar en un salto de 26 metros… Como no nos molan los dentistas, salimos del cauce por la parte izquierda y subimos unos metros hasta localizar un arbolito de confianza y bien situado, donde instalar una cuerda y acceder a la marmita en condiciones. Ponemos una cuerda de diez metros, que a la postre sería el anclaje principal del cual rapelaríamos toda la cascada y nos acomodamos en la repisa de marras. Elucubramos la mejor forma de equipar la cascada y siguiendo la tendencia de los cuerpos a la mínima energía y tras haber jodido uno de los espitadores caseros que llevábamos, aprovechamos los diez metros para anclar en su extremo otra cuerda y usar aquel arbolito como seguro de vida. Disfrutamos de una bajada preciosa sobre un gran circo que nos recibe con los helechos abiertos. Es increíble la explosión de vida, sobretodo vegetal, de la que somos favorecidos espectadores. Vimos helechos que probablemente apenas han evolucionado desde el Terciario, centenares de especies de plantas en un espacio reducidísimo… más parecía que nos encontrábamos en el trópico que en el hemisferio Norte. Con el chute clorofílico inundando las retinas, retomamos la acuática senda en un giro de prácticamente 90º a la izquierda, siguiendo los planos de estratificación entre dos potentes capas cuarcíticas, a causa de lo cual el arroyo se encaja durante un corto trayecto. Pasado éste se vuelve a producir un brusco giro a la derecha y las aguas se precipitan con fuerza hacia otra alborotadora cascada. De nuevo pasamos de usar las mazas y nos inclinamos a buscar árboles (como los monos), también en el margen izquierdo y ya de paso intentar observar lo que nos esperaba por abajo. Desde esa zona montamos un rápel de 26 metros que atraviesa el cauce hasta llegar a una gran repisa inclinada desde donde se aprecia un nuevo salto de agua y esta vez, sin miedo a equivocarnos, nos dimos cuenta que se trataba de la gran cascada. Antes de soltarnos de la cuerda, guiamos el descenso hacia la parte derecha, para anclarnos a un pasamanos equipado con clavos. Gracias a él, puedes situarte en la parte menos expuesta al agua de esa gran repisa que conforma la cabecera de este enorme desnivel. Paladeamos el improvisado mirador con unas vistas sobrecogedoras. En primer plano, una ancha lámina de agua desaparece a nuestros pies como por arte de magia y al levantar un poco la mirada se emplasta sobre ella el magnifico bosque tevergano, un tupido manto verde sobre el que se destaca la potente Sierra de la Sobia con sus agrestes y coloridas paredes custodiando el solariego pueblo de Villa del Sub.
El pasamanos desemboca en el borde del salto de agua y consideramos que la instalación, pese a llevar mucho tiempo a la intemperie, está en condiciones de uso para asegurar la bajada desde allí. La duda era sí uniendo las dos cuerdas de 50 que portábamos serían suficientes para salvar el desnivel o por el contrario deberíamos fraccionar en algún punto intermedio. Así que como dicen; “despacio y con buena letra” acometemos este gran rápel. El tiro de la cuerda, de mano, es limpio y evita por la parte derecha la mayor concentración de agua, lo que nos permite observar los pasos que vamos dando y las opciones que ofrece la cascada en caso de instalar una nueva reunión. Casi a mitad de descenso localizamos unos anclajes en una ruptura de la pendiente. Presentan un estado lamentable con una gran porción de agua cayendo sobre ellos, por lo que desistimos de pararnos allí y continuamos a bingo. Por fin nuestra curiosidad se ve satisfecha al salir de esa repisa y ver como los cabos de las cuerdas cuelgan a dos metros por encima de la marmita de recepción, sobre unos bancos de roca por donde podemos destrepar sin ningún problema. Somos conscientes de que falta muy poco para finalizar nuestra aventura y paramos un momento para disfrutar del enorme espectáculo. Muy animados y revitalizados por lo bien que se nos está dando el cañón y por la belleza de éste, enfilamos hacia la última cascada y final de trayecto. Son 30 metros (desde un árbol situado a la izquierda) sobre una rampa cubierta de agua y verde que plácidamente nos deja al comienzo de una senda que, partiendo desde la izquierda (hoy va todo de izquierdas) y en paralelo al torrente, nos lleva hasta el coche en menos de 20 minutos.
En resumen, el cañón consta de nueve rápeles, para totalizar unos trescientos metros de desnivel en ochocientos de longitud. Es de carácter abierto, de respuesta rápida en caso de fuertes precipitaciones (debido a su cuenca impermeable) y bastante técnico, por lo que nuestra intención es retornar para reequiparlo de forma que se pueda realizar el descenso con un mayor caudal y darle mayor brío ahora que ya lo conocemos. Un magnífico Domingo, sin duda.

10 febrero 2009

IV Xuntanza D'espeleólogos Asturianos


LUGAR: Samartín de Teberga (Asturies), 27 y 28 de febreru y 1 de marzu de 2009

PROGRAMA:

Vienres 27

19:00 h. Receición y presentacion de L'Axuntanza.
19:30 h. Primer presentacion: Javier (L'Esperteyu). "Trabayos 2007-2009"
21:00 h. Cena. Haka de receicion del Gorfolí, remanada pel honolable Sr. Gelón
22:00 h. Segunda presentación: Teca (Gorfolí). "Resume xeres 2009"
23:00-24:00 h. Conceyu Abiertu: Información y análisis de la situación federativa

Sábadu 28

09:00 h. Almuerzu
11:00 h. Visita al Muséu de la Prehistoria.
Depués, y si hai tiempu, proyeicion a cargu de ... (tramitarálo'l Sr. Solís)
14:00 h. Comida
16:30 h. Primer presentacion: Mumi (Gema). "Trabayos en Picos d'Europa"
18:00 h. Segunda presentacion: Pablo Solares (Escar). "El karst de la Peñe Villa y Llabres, Conceyu Llanes"
19:30 h. Tercer presentacion: Roberto F. García (Rupo). "Espeleobuceo en Burgos"
21'00 Cena. Strip tease de costume, remanáu pel Dr. Medina, tamién conocíu como l' Ogru de Noreña
22'00-24'00 Conceyu Abiertu/Rocada

Domingu 1

09:00 h. Almuerzu
10:00 h. Visita a Cueva Güerta, estremándose en grupos en función de la xente.
12:00 h. Presentacion: Santi (Diañu). "Trabayos 2007-2009"
13:30 h. Clausura
14:00 h. Comida

Les presentaciones del sábadu pela tarde van facese na Casa Cultura de Samartín de Teberga.
Y después...
La ilusión es el sentimiento que a este grupo aportó la axuntanza, una experiencia muy positiva en todos los sentidos. Muy buen ambiente el que se creó, generado por las ganas de todos de hacer una unión fuerte con la que conseguir que la espeleo asturiana camine hacia arriba.Son muchas las posibilidades que se nos abren a partir de ahora, gracias al acceso a información y sobre todo, a que contamos con una gente de la que seguro, vamos a aprender mucho.No puedo dejar de comentar la calidad de los trabajos de los grupos que allí expusieron, felicidades.Estamos muy agradecidos a los organizadores y a todo el mundo que estuvo allí, entre todos se hizo que todo fuera un éxito.Que esto no enfríe nunca, que los amigos de la oscuridad estemos muy bien encaminados.

Barranco de Junjumia

LA ODISEA.
El 20-08-04, después de un dia agotador escalando en Pelúgano, subimos hasta el Sabil a tomar unas merecidas birras, con la idea de planear alguna actividad para el dia siguiente. Después de unas cervezas, nos calentamos y alguien se atrevió a mencionar la actividad tabu en ámbitos cañoneros: LA INTEGRAL JUMJUMIA-DOBRA! Con un raído mapa del Cornión fuimos perfilando lo que seria el hipotético descenso, después de mas birras ya lo teniamos claro, íbamos a hacer el descenso de los descensos.
El primer paso, consistia en convencer a un alma caritativa que nos bajara el coche desde Pandecarmen hasta la desembocadura del Dobra con el Sella. Después de mucho llorar y hacer la pelota, liamos a Angel y a Maria, que tuvieron que retrasar la subida a la Torrezuela que tenian planeada para bajar mi coche. Preparamos el material y salimos hacia Pandecarmen a las 11 de la noche. Entre el viaje, cenar algo y preparar para dormir en la vega de Enol, nos dieron la 1 de la madrugada (habíamos quedado empezar a las 5) y ademas resacosos, eso es montárselo bien.
A las 5, y después de no haber dormido nada por los nervios, salimos en dirección a Vegarredonda y antes de dar vista al refu nos desviamos al O por un collado que da al rio Jumjumia, una vez en el rio, fuimos con cuidado para retrasar todo lo que pudiéramos el poner el neopreno, después de una hora asi, no nos quedo mas remedio que parar a ponerlo. Ya estabamos metidos en faena, concentrados y mentalizados en lo que teniamos por delante, ya nada nos podia parar. Aguantamos sin usar la cuerda todo lo que pudimos para ahorrar tiempo, destrepando resaltes bastante complicados, pero sin arriesgar demasiado, dudamos un poco en un tobogan de 15 mts que como no, al final tuve su recuerdo unos dias teniendo que cambiar de postura para sentarme.
El cañon es muy bonito, muy tecnico y largo, y a demás bajaba bastante agua.
Tuvimos que reequipar casi todos los anclajes naturales con cordinos, pero en general fuimos bastante rapidos, después de unas 8 horas de Jumjumia llegamos al rio Pelabarda ya bastante tocados fisicamente, una alegria bestial nos inundo y el subidón correspondiente nos hizo olvidar lo que llevábamos encima, bajamos hasta la Mecedura y paramos a comer algo y echar un buen descanso.
Ya en el Dobra, nos impresiono su grandeza, enormes paredones nos cerraban en un cañon en el que un escape parece imposible. Solo hay una posibilidad de escape, usando el canalón de la Macuera que desde abajo sinceramente parece imposible y, por lo menos, durísimo. Tambien existia la posibilidad de remontar el rio hasta poder salir por algun lado, pero eso no entraba en nuestros planes, (de aquella eramos unos valientes).
El primer tramo del Dobra, desde la Mecedura, es como una autopista, se avanza a buen ritmo, lo que te da una falsa sensación de que ya esta todo echo, mas adelante y poco a poco se empieza a formar un gran caos de bloques, que ralentiza mucho la marcha. Este tramo nos desespero un poco, por que teniamos que buscar el mejor camino y asi evitar los rapeles, tambien teniamos la noche rondando, y sabíamos que si no superabamos este tramo antes de anochecer tendriamos que hacer vivac (habíamos avisado en casa que saldríamos en el dia). Estas circunstancias y el cansancio acumulado, nos llevo al mayor error que cometimos en un barranco y que menos mal que se quedo en un gran susto, mientras Sergio empezaba un rapel de unos 10 mts, el cordino del rapel se salió de la seta que lo aseguraba, Sergio, cuerda y cordino desaparecieron de mi vista en nada, la gran suerte fue que se quedo atascado en una grieta sin sufrir mas que el susto, dentro de lo malo, este accidente nos sirvio para despejarnos hasta acabar el largo caos ya entrada la noche.
Después, alternábamos zonas de rio incomodas y resbaladizas y grandes badinas que, en algun caso llegaban a ser de cientos de metros, nadar esa distancia después de tantas horas de actividad, te asegura unos buenos calambres.
Si el cansancio y lo incomodo del terreno fuera poco, hubo que añadir que mi frontal eléctrico se estropeo y parecia que iba con una vela, me cai tantas veces que ya ni me preocupaba de poner las manos.
A esas alturas parabamos cada poco a descansar y teniamos que controlarnos para no dormirnos.
Nos dio algo de moral encontrar un cartel viejo de coto de caza, y al poco un senderillo a la orilla del rio que agradecimos enormemente, mas alante vimos una luz y sentimos unas voces, lo que nos extraño mucho, eran alrededor de las 4:30 de la madrugada; nos fuimos hacia allí y comprobamos que eran un grupo de gente acampados y de fiesta. Estabamos en la Olla San Vicente y nuestra aventura tocaba su fin. Damos unas explicaciones sobre lo que estabamos haciendo mientras me comí una manzana que me supo a gloria. En 45 min estabamos en el coche, después de 24 horas de actividad y 18 horas de cañon. Unos estiramientos para evitar algun problema y corriendo a asaltar una maquina expendedora.
Una actividad que sera difícil de olvidar.
Invertimos unas 8 horas para descender el Jumjumia y alrededor de 10 horas para el Dobra.
Son unos 20 km de recorrido y 1300 mts de desnivel.
*Fotos cedidas por Chisu.

La Cueva del Tinganón

Después de mucho ajustar fechas y buscar el momento apropiado, por fin logramos concretar un día para realizar una actividad conjunta por las cercanías a Ribadesella (Cantia, Justo, Nerea y el que suscribe). Todo un éxito en cuanto a planificación, ya que nos cuadró perfectamente el día elegido. Teníamos el objetivo marcado desde hacía tiempo y encima, habíamos asegurado agua suficiente para disfrutarlo. Cantia sin exámenes, Nerea de vacaciones, Justo, porque no queda más remedio que sacarlo de casa, que si no se pone agresivo, y yo, ya se sabe… donde hay comida y buenos caldos, pues como un perrín. Por otra parte, no hubo ningún fallo logístico, no se nos olvidó nada de nada, incluso fui testigo (y pinche), en primera plana y con cara de asombro, de la preparación de los manjares postactividad… y yo pensando que lo de pasar hambre después de salir de un cañón o una cueva estaba estipulado por ley ¡Aleluya hermanos!
Ajustamos también llevar dos coches para evitar darnos un buen paseo por la Nacional desde Llovio hasta Santianes y hacer más cómoda la travesía. Hay que contar que para realizar el Tinganón tienes que ir hasta la aldea abandonada de Peme por una pista con unos tramos bastante jodidillos y, el conjunto acceso, descenso y retorno te puede llevar sobre cinco/seis horas en plan tranqui, por lo que la opción de dos coches satisfacía a todo el mundo.
Con todo preparado, nos levantamos temprano y comenzamos la rutina típica de estos días: Justo pasándose la salida de Santander, yo al paso pulga y martirizando los oídos de la copiloto, Justo adelantándome, yo martirizando los oídos de la copiloto, Justo repostando, yo martirizando los, ya enrojecidos, oídos de la copiloto, Justo vuelta a adelantarme y reírse de mí, yo… calladito ya ante las, (¿Veladas?), amenazas de la copiloto (castración con desbrozadora, hambruna, celibato…).
Menos de una hora después tomamos la última salida de Ribadesella (desde la autovía) en sentido Llanes y coincidente con el desvío para ir a los Picos. En la primera rotonda, a la altura de Llovio, abandonas la carretera nacional y coges una carretera secundaria que muere, después de un giro de 180º, debajo de la autovía a la altura de unas cuadras, nada más pasar una fábrica de áridos o algo así. Dejamos allí uno de los coches con la ropa para cambiarnos después, preparamos las mochilas con todos los aparejos (seguíamos bien organizados) y tiramos a Santianes, para lo cual has de retornar a la rotonda anterior y enfilar la Nacional en dirección Arriondas/Cangas. Casi dos kilómetros después aparcamos el segundo coche e iniciamos el camino que sube a Peme, no sin antes haber departido con una simpática paisanina. Ésta, además de confirmarnos la ruta de subida, nos instó a no subir muy pa´rriba cuando nos vió el material. Supusimos que se refería a andar colgados por la peña con el consejo y le explicamos nuestras intenciones de bajar por la famosa cueva, algo que no debió quedarle muy claro puesto que se despidió diciéndonos que de todas maneras no subiéramos… muy pa´rriba.
Antes de iniciar nuestra andadura por la pista de subida, observamos como el arroyo que atraviesa el pueblo se hallaba bastante fuerte y desbordaba sus aguas a la altura de un pequeño puente donde habíamos dejado el coche. Animados por este dato, comenzamos el pateo y, a buen ritmo, alcanzamos las primeras y por cierto constantes rampas de la pista. En contra de lo que Justo y yo esperábamos, no escuchamos ningún tipo de queja, lamento o cagamento durante todo el recorrido de subida. Quizás alguna mirada, de esas que te taladrán el cerebro como queriendo decir: “Vuelve a decirme que ya casí estamos y te juro por Dios que duermes en el felpudo”. Tardamos como una hora en hacer todo el tramo de subida hasta casi alcanzar el núcleo de la aldea. En la primera bifurcación de caminos tomamos el de la izquierda y empezamos el descenso para alcanzar el curso de agua que nos llevaría a la cueva. Tuvimos que cruzar una portilla y, un poco más adelante, nos encontramos con un paisano que nos permitió pasar por una zona de pasto para entrar con comodidad al arroyo. Avanzamos todo lo posible hasta una pequeña terracita donde no nos queda más remedio que cambiarnos los disfraces y ponernos los otros, ya que el cauce comienza a encajarse y el contacto con el agua es inevitable. En este punto aprovechamos para hidratarnos un poco, picar algo y echar un pito (como véis la organización perfecta) antes de entrar en materia. Una vez listos metemos la directa y comenzamos el descenso.
La cueva del Tinganón, por si misma, se trataría de una pequeña travesía subterránea de poca entidad deportivamente hablando (geológica y paisajísticamente es disfrutona a tope) pero, gracias a Dios ¡Te alabamos señor!, el arroyo que atraviesa este sistema se encaja oportunamente, dando forma a dos zonas abarrancadas flanqueando la entrada y la salida de la cueva. La actividad, en conjunto, adquiere así, un cariz totalmente distinto y no deja indiferente a nadie.
La primera parte del curso de agua comienza a tomar forma progresivamente, aunque sus resaltes nunca superan los diez metros de altura, hasta alcanzar el murallón calizo que parece cegar el paso al río. Es muy curioso el encajamiento del cañoncito. Como un juguete, la gorga está muy bien formada pero sus paredes son bastante bajas, por lo que, frecuentemente, puedes asomar el cuezo a las playas de hierba y al pequeño bosque que delimitan el cauce, dando la impresión de un barranco a miniescala (“si no son micromachine no son los auténticos”). Esta característica fue determinante a la hora del avistamiento de un búho al poco de iniciar la aventura, justo antes del segundo rápel. De una oquedad en el margen izquierdo, por encima de estas minúsculas paredes de piedra y al paso de Cantia, que en ese momento iba por delante, se levantó el pajarraco (de grandes dimensiones) pasando a escasos centímetros de su cabeza. Ella ni siquiera se enteró pero doy Fe que si lo llega a ver le da un infarto. Proseguimos a buen ritmo por este tramo, disfrutando del agua y sin percances hasta las inmediaciones de la cada vez más cercana y enorme pared de roca situada en frente de nuestras narices. Sin previo aviso, en un requiebro del arroyo, se nos presenta en toda su grandiosidad, la gigantesca entrada del Tinganón. Una oquedad enorme, agrandada con el paso de los años por el continuo colapso del techo, hace de antesala del oscuro mundo por donde se sume el juguetón arroyo. Decidimos hacer una parada técnica, rodeados de enormes bloques de roca con caprichosas formas en ocasiones, para cargar los carbureros, ponernos los frontales eléctricos y los más viciosos, darle al tabaco. Abastecida la patrulla, invitamos a las féminas a entrar al oscuro con nosotros, como los paladines de pueblo en las fiestas de prao.
El tramo subterráneo se desarrolla a favor una fractura por donde el arroyo centra todos sus esfuerzos erosivos, siguiendo la trayectoria de este plano de debilidad. El resultado es una cueva con una galería principal sin apenas ramales secundarios, bastante recta y con una marcada tendencia hacia el noroeste. Se halla en una fase activa, con el pequeño arroyo trabajándose la caliza día a día, por lo que no presenta muchas de las formaciones que normalmente embellecen las paredes de un furacu. Tampoco se caracteriza por poseer unas dificultades dignas de mención lo que la hace apta para cualquier tipo de público… salvo los reumáticos y los forofos del Madrid (éstos suelen sufrir en los estrangulamientos de la cueva). De cualquier forma el paseo por los oscuros se hace muy agradable (que no solo de estalactitas vive el hombre), sobretodo por la presencia del agua y de sus capacidades para moldear la roca. En breve espacio de tiempo flanqueamos asombrados la colosal boca de salida, de dimensiones brutales, dejándonos envolver por una luminosa mata de bosque, guarda y custodia durante el resto de la actividad de ese día. A partir de aquí el torrente vuelve a ponerse guerrillero, incrementa su energía y precipita sus aguas a lo largo de varias cascadas, alguna de ellas de más de diez metros, hasta alcanzar zonas más tranquilas en las cercanías a su confluencia con el río Sella. Decidimos abandonar el cauce una vez localizado un evidente sendero, y, sin perdida, directos al primer coche. Con la rapidez que merece una situación como la inanición aguda, nos cambiamos, buscamos el segundo coche y en un área de recreo situado en la rotonda mencionada más arriba procedemos a eso que comentaba más arriba todavía. Comimos, en cantidad y bebimos, en menos cantidad (ya se sabe…al volante ni una gota y sino te lo recuerdan los del partido ecologista, esos…¿Cómo se llaman? Ah, Los Verdes) y desde allí, pa casa que nos daban los lunnis.

09 febrero 2009

Pozu la Cogolla

La ignorancia es una fiel compañera de viaje del ser humano, cuida de ti y te hace indemne a los embates de la adversidad, guía tus pasos infinidad de veces y te aconseja en la toma de grandes decisiones (vean sino la cara del coleguilla Bush… ni un rictus de arrepentimiento en su hermética cara durante todo el mandato), pues bien, esto ocurre hasta que la muy puta decide mostrar su verdadera cara y te la mete doblada hasta los higadillos… ¡Buf!, ¡Vaya ostia en la rodilla!, En menudas divagaciones andas pin, centra un poco y mira lo que tienes entre manos, a ver si la liamos y acabamos en el hospital chupando sueros (habrá cosa mejor que esta tenebrosa soledad para disparar la imaginación… No se, a lo mejor la cerveza), así que termina de remontar este puñetero pozo, el último ¡Por fin!, antes de volver a la civilización. ¡Qué diantres! (siempre quise escribir ésto), no voy a ser yo el que reniegue de un viajecito al pasado, ¿Quién nos apura, no?, pues eso, voy a permitirme un receso entre pedalada y pedalada hacia la luz y hablaros acerca de aquel primer pozo unos cuantos años atrás… aquella primera vertical seria y todo un océano de ignorancia entre el fondo del susodicho y la superficie… pero déjenme, déjenme ordenar un poco el telar que tengo debajo del casco y, ya de paso, tomar un poco de aliento que buena falta me hace y Justo, espatarrado al sol unos veinte metros por encima de mí, seguro que no me echa de menos.
En aquella época apenas disponíamos de información cuevil, Cueva Huerta, algo por el Aramo y poco más, aunque tampoco nos importaba demasiado, ya que estábamos metidos de lleno en la escalada y el descenso de barrancos como para que nos inquietara mucho esta carencia. Tiempo después, no sé cuanto que mi memoria a largo plazo está de viaje y la de corto… bueno, nunca tuve el placer de conocerla, apareció mi hermano todo eufórico, con la noticia de una sima virgen en un pequeño pueblo de Belmonte (Ondes). Un compañero suyo de trabajo, Faru, le comentó la existencia de un famoso y legendario pozo, el Pozo La Cogolla, el típico agujero con pastorina defenestrada dentro y repleto de oro de los franceses. El caso es que teníamos algo entre manos lo suficientemente interesante como para no dejar pasar la ocasión de hacerle una visita de cortesía.
La localización y un tanteo inicial se lo comió Justo apoyado por Faru. Yo no recuerdo donde andaba ese día pero en cuanto me enteré del potencial aunamos fuerzas para conquistar sus tesoros.
Algunos fines de semana después nos presentamos en el pueblo todo gallitos y tras el obligado (y más que obligado) desayuno que nos preparó la madre de Faru procedimos a la búsqueda de la sima. No fue difícil dar con ella, a pesar de la abusiva cantidad de maleza antipantorrilla desarrollada desde entonces y que nos acompañó durante todo el recorrido. De forma repentina, el pozo La Cogolla mostró sus oscuros encantos sobre la densa cubierta vegetal, presentando un diámetro más que considerable, lo que suponemos lo hizo y hace funcionar como una trampa natural para despistados. Un delicado acceso por una inclinada playa de hierba nos dejó junto a un enorme árbol que hizo de seguro para la bajada y de balconada para observar mejor sus posibilidades. La fuchaca parecía no tener fondo o como dicen por los pueblos:
“tiras una piedra y piérdese el sonido oh”, así que desplegamos una cuerda de escalada de once milímetros de grosor y setenta y cinco metros de larga… ¡Ahí los valientes!, sacamos el resto de material y nos dispusimos a montar el tinglao para el descenso. Voy a hacer un inciso para sacar a colación el tema de la ignorancia, y no lo pongo en mayúsculas, porque me da vergüenza. El material, así como las técnicas usadas para hacer espeleo difieren en muchos aspectos de la escalada, como comprobaríamos horas después al remontar por las cuerdas. Las cuerdas de escalada tienen cierta elasticidad para absorber las posibles caídas mientras que las estáticas empleadas en espeleo son más rígidas y no chiclean, por lo que para subir un metro de altura no es necesario dar 600 pedaladas… imaginad ahora una tirada de 50 metros volados subiendo por una goma…(¿Chungo verdad?) pero ya, ya llegaremos a eso. Asimismo, los aparatos específicos de ascensión por cuerda son esenciales, facilitan la progresión y evitan inútiles gastos de energía que por otro lado si producen los nudos de fortuna sobre la cuerda (y que tienen la puñetera manía de ajustarse durante estas monótonas maniobras hasta hacerte sudar sangre por cada centímetro ganado al pozo). En nuestro descargo diré que porteábamos algunas cuerdas estáticas, pero de menor metraje, y una moral a prueba de bombas.
Volviendo al tema, ahí estábamos nosotros, alegres, optimistas y confiados en la buena forma física que traíamos de las alturas, montando con gran celo la instalación para el primer resalte. Comenzamos la bajada y en breve lapso de tiempo el óvalo luminoso de la entrada fue alejándose más y más…… y más, mientras nos sumíamos en las tinieblas, hasta quedar del tamaño de un cacahuete, ¡Toma, 50 metros volados del primer saque! Aterrizamos sobre una pequeña sala de irregular pendiente, repleta de costeros caídos del cielo, nunca mejor dicho, y una pila de barro que no os podéis ni imaginar. Por supuesto, el barro fue nuestro inseparable compañero de fatigas el resto de la exploración sustituyendo al buen juicio que, astutamente, se había quedado arriba en cuanto vió el descomunal agujero. Para entonces no había más opciones de fuga que por donde entramos.
Descendimos hasta el final de esta primera sala y trepamos un pequeño muro que da pie a un volado pasillo. En el otro extremo, a unos 8/9 metros, parecía desfondarse un nuevo pozo, así que para alcanzar la cabecera de éste en condiciones, instalamos un pasamanos que nos permitiría cruzar asegurados el estrecho pasillo. Tuvimos que quitar un montón de arcilla de las paredes para alcanzar el sustrato fresco y poder meter dos anclajes fijos para esta tirada horizontal, lo que nos supuso un buen rato jugando a los topos. Momentos después superamos sin mayor problema este endeble paso y afrontamos el siguiente escoyo, un incómodo pozo por el que descendió Justo en primera instancia, con una cuerda de 20 metros, hasta alcanzar un cambio de dirección, donde tuvo que realizar un fraccionamiento. Sobre un anclaje natural fijó otra cuerda, liberó la anterior y me dió luz verde para empezar a bajar hasta donde él se encontraba. La mala fortuna se cebó con nosotros y la precaria pared de barro por la que tenía que pasar me la jugó soltando un respetable mogote de arcilla que, como no, fue a parar a la espalda del compi. ¡Menudo bombazo!, en cuanto nos reunimos me dijo que se le habían nublado los ojos y todo. Con el susto ya pasado, tomé el relevo y me tiré abajo otros 20 metros hasta terminar la cuerda, por lo que tuve que empalmar otra de 10 metros para poder llegar al final, en una pequeña sala más liberada del inmundo barro y atestada de cientos de caracolas por todos lados. Allí tirados, echamos un pito y descansamos un rato sopesando las opciones que se nos ofrecían a la vista. Un laminador muy estrecho parecía prolongarse en una dirección desconocida (no llevábamos brújula) pero era del todo imposible forzarlo dada su estrechez. En el lado opuesto, localizamos una ventana a unos tres metros por encima de nosotros. Desde allí se veía factible la continuación a través de una gatera cuyo desarrollo se perdía bruscamente, lo que nos imposibilitó una completa valoración. Para acceder a ella hubiéramos necesitado emplear técnicas de escalada artificial, algo totalmente irrealizable en ese momento por falta de anclajes y dada la carencia de buenos asideros en la pared. Una vez revisadas todas las posibilidades ofrecidas y en vista del negocio que aun nos quedaba para el retorno decidimos iniciar el penoso ascenso de los pozos, agonizando cada metro superado intentando mover los puñeteros nudos blocantes sobre las cuerdas. Alcanzamos la base del pozo principal más o menos enteros después de dejarnos unos cuantos jirones de piel y cargar con algún que otro morado, “solo” quedaba remontar por una cuerda elástica los 50 metritos primigenios, que a la postre nos parecieron 200, máxime cuando habíamos entrado a la cueva sin comida, ni agua, ni pilas, ni ná (como está de moda el tema del ahorro energético…pues toma ahorro). Debí de tardar como media hora o algo más en salir y eso que dejamos las sacas con el material abajo. Yo tendría que subirlas desde arriba para evitar cargar con más peso del necesario durante la remontada y después, volvería a soltar la cuerda para que Justo procediera al “gratificante” paseo hacia el mundo exterior. Cuando por fin me anclé al árbol tenía tal petadura en los brazos que no se me abrían ni las manos. Tuvo que ser Faru, desde afuera, el que remontara los petates, porque yo no daba más de sí. Otra media hora después escuchamos de cerca los mugidos de mi hermano bastante próximos a la salida y al momento, vislumbramos, lo que supuestamente era su cara fuera del pozo. Vaya espectáculo lamentable ofrecíamos, nunca llevamos tanta mierda encima, no se nos veía más que el blanco de los ojos, lo de alrededor era una masa jadeante e informe de tonos marrones.
Una vez recuperadas las energías, lo mínimo para caminar, regresamos al pueblo, casi de noche cerrada y comentamos los descubrimientos con los lugareños (impacientes por saber del oro gabacho) antes de pirarnos a por una más que merecida ducha. Desde aquel día decidimos divorciarnos de la ignorancia, cuando de estos menesteres se trata, aunque mantenemos una estrecha relación el resto del tiempo, no vaya a ser que nos descubran pensando.
Pero ¡Ostras!, que se me va la pinza… Bueno chicos, os dejo, que me empiezo a enfriar y todavía quedan veinte metros para llegar arriba… hala, una pedalada por mamá, ésta por papá, otra por una birra, venga, otra por más birra, una por…
_“¿Qué pasa contigo tortuga, tas a gusto ahí abajo eh?, pobritín, dormiste poco esta noche eh borracheres… ¡Venga, mueve el culo que me muero de fame, y deja de dar la chapa, que ni debajo el agua”!
_”Yaaa vooooy cari… y no me presiones, so bruto, que me inhibes”.

07 febrero 2009

Cañón de Cobarcil

El preludio de esta actividad fué desarrollado un día de Julio de 2005 en que se conjugaron dos circunstancias atenuantes en cualquier juicio, fiestas del pueblo y consumo masivo de cervezas (siempre fuente de inspiración). Mientras una tras otra las birras iban matándonos neuronas y nuestros planes se tornaban cada vez más increíbles (y la lengua más patosa…) a Justo se le ocurrió que podíamos hacer el cañón éste de marras ya que el acercamiento es inmediato, el descenso es bastante rápido y el retorno idem, así que con el caliente de la noche dejamos todo de lado, menos las rubias, y nos pusimos a organizar el tinglao: que si llevamos dos cuerdas de veinte, que si ponemos una cuerda fija por si hay que escapar como perros, que si nos metemos con material de equipar, etc, etc. El plan estaba materializado, solo quedaba cargar el material y tirar para allá, aunque a ninguno se nos ocurrió una excusa plausible para levantar el culo del chigre y dormir un ratín…
En fin, que al día siguiente con un sol radiante y una considerable resaca quedamos en el local del grupo para cargar los bártulos y salir hacia el desfiladero de los Beyos. Durante el trayecto vamos fijándonos en el caudal del rio Sella intentando hacernos una idea de lo que vamos a encontrar allí dentro, puesto que la información que tenemos nos indica que es un cañón muy sensible a las variaciones de caudal, haciéndolo solo practicable en épocas muy puntuales del año, así que no las teníamos todas con nosotros. A medida que nos vamos acercando a la parte leonesa del desfiladero y el rio se va engorgando cada vez más, los nervios y la impaciencia por ver el monstruo se acrecentan y tengo que parar antes de llegar a destino pa soltar una señora meada. Por fin se abren las fauces de los beyos y aparcamos en lo que antiguamente era la venta de Cobarcil. En este punto la tensión es notoria, no en vano el cañoncete está catalogado como uno de los descensos más difíciles de Asturias (y eso que pertenece a León). Se trata de un pequeño barranco que salva un desnivel de 40 m en un trayecto de poco más de 800 m, por lo que a simple vista no transmite mucha preocupación. Lo que si que da miedo es la bestiada de agua que se canaliza en un pasillo estrecho, tan estrecho que en ocasiones hay menos de medio metro de pared a pared, y que da sentido al término aguas vivas.
Una de las pocas cosas coherentes que ese día hicimos fué intentar comprobar el caudal siguiendo las instrucciones de una guía de descensos. Según este libro hay una pequeña plancha inclinada de roca en uno de los márgenes, justo antes de iniciarse el cañón, sobre la que siempre circula una lámina de agua que proviene del rebosamiento del cauce. Al parecer, si este nivel sobrepasa cuatro dedos de espesor, mejor olvídate y vete a tomar algo… pero ahí estabamos nosotros con nuestra inteligencia superior, localizamos la plancha y ¡carajo! Cada vez que poníamos los cuatros dedos, el agua, por física elemental terminaba de sobrepasar los cuatro, la mano entera, el pie o lo que hubieramos puesto. Tras una pequeña deliberación decidimos la opción más prudente…¡al lío!, así que sin más nos ponemos la indumentaria y los trastos adentrándonos en el agua unos cien metros antes del comienzo e ir metiéndonos en faena. Ya de mano, a pesar de que en este punto el ancho del cauce es de aproximadamente ocho metros, la fuerza de la corriente se hace notar de lo lindo, por lo que barruntamos una bajada cuanto menos “alegre”. En seguida alcanzamos la primera instalación de rapel (dos antiguos anclajes unidos por un cable), mientras alucinamos con el poderoso surtidor de agua que se proyecta hacia el interior del cañón y pensamos que en breves momentos tendremos que lidiar con semejante toro. Con la patata ya a doscientos montamos una cuerda de veinte metros y a echándolo a suertes le toca a Justo bajar primero. Un apretón de manos y unos cuantos cagamentos para animarnos y el oveya inicia el descenso arrimándose todo lo que pueda a la orilla derecha para evitar la zona de mayor energía del río y evitar que lo tire. Al minuto desaparece de mi vista y pasan unos segundos tremendos en los que no me como la capucha de milagro…hasta que escucho la débil voz de Justo avisándome de que la cuerda ya esta libre. Pongo la cuerda en el descensor y antes de bajar lanzo una plegaria al aire, ahora ya no hay nervios, la concentración es máxima y mido cada paso que doy aún cuando la corriente lucha por derribarme con todas su ganas (es increíble sentir como te oprime la lámina de agua, parece que te apisona un tractor). En seguida me planto en el borde de una ruptura de la pendiente del rapel, me esperan unos metros volados con todo el río Sella, sin tocarme, pasando por encima de mí con una presión bestial y un rugido ensordecedor. A esta primera sala en la que me reúno con mi hermano la denominan la sala del grito, un nombre apropiado no se si por el estruendo del río o por los gritos de liberación que lanzamos Justo y yo cuando nos reunimos y que me imagino harán otros barranquistas cuando vencen esa primera dificultad y no queda otra que avanzar.
Una vez desahogados, observamos una primera marmita de profundas y verdes aguas, más adelante se vuelven a encauzar y empezarán nuevas dificultades. Sin más tardanza procedemos a recoger la cuerda y aquí empiezan los problemas. Al tirar de uno de los cabos, la fuerte corriente nos riza la cuerda y forma un nudo, por lo que somos incapaces de sacar la cuerda de la instalación de rappel. Ya desesperados porque no llevabamos más repuesto que un cordino auxiliar de ocho metros (ole nuestros cojonazos), hacemos un polipasto de fortuna y entre los dos nos ponemos a tirar como burros a ver si por algún casual pasaba el nudo por la instalación o bien petábamos la misma…resultado: ni uno ni lo otro…Una sarta de cagamentos de lo más variopinto después, valoramos las opciones que tenemos, por un lado podríamos cortar toda la cuerda posible e intentar salir lo mejor que pudieramos (eso sin saber con precisión que nos íbamos a encontrar más adelante) o forzar un supuesto escape ubicado unos cuantos metros más abajo, aquí es donde hago hincapié en que nunca se puede uno fiar de la bibliografía al cien por cien porque, después de sortear unos rápidos, localizamos el escape y comprobamos en nuestras pieles, después de unos metros de delicada trepada, que era del todo imposible si no instalas una cuerda desde la carretera antes de meterte en el cañón. Ahí estabamos nosotros con cara de palo, tranquilos eso sí (no es ni será la última vez que la liemos) descansando y rumiando nuestra mala suerte. Una vez recuperados remontamos hacia la marmita inicial para cortar el máximo de metros de cuerda y encomendarnos a los dioses… Esto suena sencillo pero la odisea del retorno dada la fuerza de la corriente y lo resbaloso de la roca nos dejó exhaustos, de hecho, dimos gracias al cielo por tratarse de un cañón muy estrecho, lo que nos permitió avanzar en oposición en los puntos más conflictivos. Pudimos pillar unos trece/catorce metros de cuerda que junto con los ocho metros de cordino auxiliar nos concedería la gracia de superar cortos, cortitos resaltes y recalco que no sabíamos lo que nos quedaba exactamente…
Nos lanzamos al agua y desandamos el camino hasta la zona del escape, en este punto el agua vuelve a canalizarse con una fuerza brutal en un pasillo bastante inclinado de poco más de cuarenta centímetros de ancho. En la cabecera de este resalte apenas se podía estar de pié y mucho menos levantar uno para moverse… La situación en este punto no era muy halagüeña, no existía instalación alguna para intentar el descenso asegurado (al contrario que indicaba la guía…esto no nos exime de culpa ya que pasamos de coger el material de equipación, ni un triste clavo. Como porteábamos tanto peso…) y la única posibilidad en nuestras circunstancias era saltar a una gingantesca oquedad situada a la izquierda orográfica del río pero de un acceso delicado por encontrarse a una altura complicada de superar si no dispones de agarres y apenas puedes coger impulso con una pequeña carrerilla. Lo único positivo es que podíamos ver una cuerda pasada por un bloque de piedra en el extremo de ese hueco aguas abajo, lo que nos hacía suponer que ese era el camino correcto. Así que el plan era el siguiente, Justo, como es el más delgado, intentaría el salto y una vez superado le pasaría nuestra mutilada cuerda, la fijaría y yo pasaría remontándome por ella… como nunca sale nada como lo planeas, sucedió lo peor que podía pasar, mi hermano no pudo asirse a nada después del salto y se lo llevó el agua a una velocidad desmedida y directo hacia un nuevo salto de agua del que no parecía que le iba a librar nadie. Para mi fortuna y sobretodo para la de él, la contracorriente de la zona de recepción previa al siguiente salto le alejo del borde y lo dejó en una zona de aguas más tranquilas al otro lado del cabrón chorro (derecha orográfica), lo que le impedía cruzar hacía la oquedad donde se hallaba la instalación de rapel salvadora. Sin más tardanza le suelto un cabo de la cuerda y con nada a la que anclarla de forma natural, la fijo a mi cuerpo y me afianzo lo mejor posible, le pego un grito para que pase al otro lado ayudándose de ésta y procede a ello mientras aguanto los tirones con la mejor cara posible. Ya en el otro lado del chorro trepa hacia la enorme oquedad aislado del agua y, con la cara visiblemente más animada, se dirige hacia la cuerda que rodea el bloque de piedra de la siguiente instalación donde coloca la cuerda asegurando mi bajada con el descensor. Me meto en el meollo del asunto y de inmediato la corriente me lanza aguas abajo cual escupitajo a presión, la diferencia es que voy agarrado como una lapa y llego la parte inferior indemne y habiendo disfrutado el improvisado tobogán. ¡Que poco duran los momentos chungos cuando haces lo que te gusta! Nos volvemos a juntar y después de comentar la jugadita, más bien jugarreta…continuamos camino. Medio destrepamos-rapelamos desde el bloque de marras, unos seis u ocho metros y todavía sin tocar agua comprobamos que de haber caído por la cascada anterior el resultado hubiera sido bastante desagradable. Nuestro siguiente e inmediato obstáculo es una ruidosa cascada de la que nos es imposible averiguar la altura de caída debido a la potencia de la corriente que impide asomarse, solo se intuye una recepción de buen tamaño y donde parece haber bastante profundidad. Por otro lado la instalación para poner la cuerda se encuentra completamente inservible seguramente debido a las crecidas primaverales, así que buscamos por todos lados un sitio para poner la cuerda que nos permita bajar con seguridad y a la vez poder recogerla posteriormente con facilidad. Para variar no encontramos nada de nada siguiendo la tónica del día, así que valoramos la posibilidad de hacer una especie de salto-tobogán. Sin dudarlo un segundo y no dar tiempo a las dudas, dejo a mi hermano con la palabra en la boca y me lanzo a lo desconocido. Nada más tomar contacto con el agua esta me lleva en volandas sobre un suave tobogán hasta soltarme en un pequeño salto, la energía en este punto es tal que me sumerge durante un rato mientras me hacen un centrifugado de campeonato, no siento miedo por que enseguida la corriente interna del rebufo me saca a zonas más calmas. La sensación es de euforia total y le grito a Justo que se lance que es una pasada. En menos de cinco segundos tengo al oveya pegado a mí y con la misma cara de flipao que yo. Avanzamos ahora con bastante rapidez cruzando largas y profundas badinas dejando que la corriente nos lleve, el agua está bastante fría pero la adrenalina soltada hasta ahora y la mirada constante a posibles obstáculos minimizan esa sensación. Pasados estos minutos de tranquilidad notamos como la velocidad se incrementa sensiblemente, avisándonos de la presencia de un nuevo problema el cual observamos desde una zona resguardada del ímpetu del río. Se trata de una cascada de unos diez metros de desnivel, poco vertical pero con una corriente imposible de superar, por supuesto no hay instalación pero de todas formas decidimos destrepar desde el punto en que nos encontramos evitando la vena principal. Una vez superada la recepción de esta cascada retomamos a aguas más tranquilas y profundas de nuevo. Sabemos que no falta mucho para terminar y disfrutamos del paisaje en toda su gloria, paredes altísimas y pasillos estrechos se conjugan para darnos una sensación de lejanía respecto a todo y de sobrecogimiento ante la colosal fuerza del agua, capaz de atravesar y tallar ese macizo rocoso como si fuera plastilina. Así de entusiasmados alcanzamos la cabecera de una cascada preciosa, casi no se ve el cielo y las paredes de roca parece que nos envuelven con sus formas ahuecadas por la erosión. Por una vez tenemos suerte y uniendo la cuerda cortada y el cordino auxiliar llegamos al fondo del salto sin ningún contratiempo. Desde allí observamos asombrados como en una gravera situada en uno de los márgenes desaparece una buena parte del caudal que lleva el río para aparecer, otra vez con, fuerza unas decenas de metros más adelante. Seguimos maravillados con el salvaje paisaje que nos brinda el Sella a través de unas badinas ya sin dificultad alguna, más que la de dejarte llevar por la continua corriente hasta toparnos de morros con el último rapel de la mañana, éste tiene un acceso delicado, flanqueando una lisa y mojada llambria que nos deja en otra antigualla de instalación, pero por lo menos consigue alejar el tiro de la cuerda del tremendo rebufo que observamos unos nueve metros más abajo en un estrechísimo pasillo. Una vez superada la última dificultad del día solo nos resta unos centenares de metros por estrechas y bellas badinas, donde los comentarios empiezan a centrarse en uno de nuestros temas favoritos… el jale y más jale. Poco a poco las aguas nos van dejando, famélicos eso sí, en una zona más abierta donde domina el bosque sobre la roca y ya metidos en aguas poco profundas. En cuestión de minutos nos encontramos con un pedrero de bastante pendiente a la orilla derecha que nos deja a pié de carretera en menos de diez minutos.
Ahora solo queda saborear la aventura, nos abrazamos y saltamos locos de alegría por superar un nuevo reto, ya de por sí difícil, condimentado por nuestros errores y nuestra mala pata. Cabe decir que por posteriores visitas a la zona, creemos que el caudal de bajada estuvo en el límite o muy cerca de tal, de estar impracticable.

Cañón de Carrocera

Después de una primera exploración de la zona por parte de Ángel, y poniéndome al corriente de las posibilidades barranqueras del río de la Magdalena, decidimos estudiar la zona en serio. Por supuesto, consultamos mapas y demás en nuestra oficina del Sabil, degustando exquisitos líquidos que ayudan en estos menesteres a crear un ambiente perfecto para preparar estas actividades.
Decidimos que tenia muy buena pinta un afluente del río de la Magdalena, el arroyo de Carrocera. Éste, salva un desnivel importante en muy poca distancia, pasando por un laberinto de paredes que prometían algo chulo, también a valorar el precioso bosque que tendríamos que atravesar para dar con el río.
Nos plantamos en el pueblo de Barrio para explorar la zona, no nos equivocamos con el bosque y resultó ser precioso, típico de Teverga, muy limpio y fácil de caminar, con buen camino, aunque, eso sí, partes de este camino estan condenadas a desaparecer por falta de uso. Es una pena. Después del bosque salimos a un terreno de vegetación más baja (típico de cotas más altas), dando vista a la pista que sube a la Braña de Fonfría; llegamos a un alto del camino donde se da vista al cañón que forma el río de la Magdalena con una impresionante vista del encajone por el que tendremos que pasar cuando bajemos el cañón. Animados por que el tema promete, seguimos un poco más y en otro alto del camino ya damos vista a nuestro río. Exploramos un poco la zona, hasta que unos cortados nos hacen dar la vuelta y nos confirman que el arroyo de Carrocera esconde una parte interesante para descender con técnicas barranquistas, el río de la Magdalena una incógnita.
Dos fines de semana después, ya preparandónos en Barrio para acometer el descenso nos surge un imprevisto, el bidón estanco del taladro no entra en el petate, no pasa nada, acabamos en Marabio abriendo una via de escalada, y dejamos Carrocera para el siguiente fin de semana.
El 14-09-08 con petate nuevo y con todo bien estudiado, nos metemos al río en un magnifico dia.
1.Bajamos unos cientos de metros hasta que ya no pudimos continuar sin el neopreno; nos sorprendió gratamente el generoso caudal.
2.La primera cascada, es un bonito salto de unos 15 metros que forma un pequeño circo. Anclamos la cuerda a una rama de árbol fiable y descendemos; que sorpresa nos llevamos cuando vimos el tramo de río que nos esperaba. A continuacion de la primera cascada, un giro de 90º a la izquierda, una pequeña cascada en un canalón, y un estrecho y rectilíneo pasillo de paredes de cuarcita precioso, este tramo sin duda, es de los más bellos que conocemos excavados en cuarcita.
3.La cascada del canalón, la equipamos metiendo un anclaje expansivo con el taladro, y salió un bello rapel acuático de unos 8 metros. Ya metidos en el pasillo, nos tomamos nuestro tiempo disfrutando el espectáculo vertical que nos rodea; más adelante un resalte de unos 6 metros que solventamos con un pequeño rapel desde un gran bloque que forma una pequeña cueva.
4.Después abordamos dos pequeños saltos de agua seguidos que superamos destrepando con precaucion y nos plantamos ante otro giro de 90º, esta vez a la derecha, enfrentando ya la cabecera de una gran cascada preciosa, aquí el rio se abre al bosque y el precioso pasillo pasa a ser historia. Equipamos esta cascada en un incómodo árbol a mano derecha, (esta cascada, actualmente la reequipamos con dos anclajes expansivos para mejorar el acceso y el tiro de la cuerda en el descenso), en esta cascada nos sale un precioso rapel de 32 metros, formando un grandioso circo. Continuamos nuestro descenso, ya en cauce abierto y por un bosque espectacular, otro pequeño resalte y, en unos
100 metros, llegamos a la confluencia con el río de la Magdalena. Seguimos éste unos metros hasta dar vista a un camino situado a la derecha que en 30 minutos nos deja otra vez en el pueblo de Barrio, eso si, esta vez con los deberes hechos.




Cañón de Buanga

Saliendo del lavadero de San Andrés, ya caminando,retornaremos a la carretera en dirección a Trubia hasta encontrar una pista hormigonada a mano izquierda.Subiremos por la pista hasta que al lado de una casa sale un camino a mano izquierda donde un cartel de una ruta de senderismo.Subiremos por el camino que nos adentra en un bosque, después en un pequeño llano, encontraremos otro cruce,seguiremos por el camino principal e la izquierda, que en poco, nos deja en una ladera empinada, que una vez rebasada por el camino por el que veníamos nos dejara en otro pequeño bosque entre paredes y el cañón, que nos dejara en un ultimo cruce de caminos, cogeremos el de la izquierda que en poco nos deja en el arroyo, cerca de la primera cascada.
El acceso puede llevarnos entorno a 30min, el descenso entorno a 1:30 ó 2 horas, y el retorno unos 15 min.
El mayor rapel es de 30 mts.
Es un cañón abierto de cuarcita.
Fácil y se puede hacer con mucho caudal sin peligro.







No existe cosa que más deleite produzca que la improvisación, sobretodo cuando los “planes salen bien” (como diría Hannibal, lider del Equipo A). Tras un fin de semana de viaje, bodorrio, resaca, viaje de vuelta y selección española (por ese orden temporal, que no de intensidad…y con esto me refiero a la selección eh. ¡No seáis mal pensados!), la opción más rentable para el organismo, sin duda alguna y ante la perspectiva de un lunes libre, sería la del “tumbing/evaporación etílica” sobre cama, sofá, prao o playa. Como los caminos del Señor son inexcrutables, la realidad que nos esperaba fue sensiblemete diferente y, voto a Dios, más disfrutona.
Entre trago y trago de café mañanero, la calenturienta imaginación de mi insigne novia logró vencer las telarañas del sueño y en cuanto insinuó las palabras “barranco”, “Buanga” y “tortilla” no me hice de rogar mucho y antes de que se lo pensase mejor, ya estaba de camino a casa de mi hermano para sablearle la cámara acuática y las llaves del local del grupo…
Aproximadamente una hora después y con la intendencia lista, salimos hacia San Andrés haciendo escala en Trubia para recoger el material necesario en tan digna empresa y, dejando el coche en el lavadero del pueblo, procedemos al pateo hasta la cabecera del río. Unos 45 minutos después de sufrir los agobios del calor, mosquitos y una buena regeneración facial a base de telas de araña, alcanzamos el punto de inicio de la torrentera, donde nos ponemos los modelitos primavera/verano. Allí mismo repasamos unas nociones básicas para acometer el descenso con seguridad y nos lanzamos a los abismos.
El arroyo Buanga, que prácticamente todo el mundo en el grupo conoce y que tan buenos y urticantes momentos nos brindó en nuestra infancia, atraviesa la Sierra de Buanga transversalmente en su extremo más septentrional, aprovechando una falla geológica que corta los materiales cuarcíticos que conforman dicha Sierra. La activación de este fenómeno, hace millones de años, originó una “línea” deprimida y más debilitada por la que se encauzaron las aguas provenientes de la pequeña cuenca de recepción situada aguas arriba.
Son precisamente las características de la roca cuarcítica las que confieren a este tipo de cañones una serie de particularidades que los diferencian de los calizos (más plásticos y engorgados): Todo el descenso se desarrolla en un ambiente muy abierto a causa de la gran dureza de estos materiales que hacen muy difícil el encajamiento de la red fluvial, por lo que las mayores dificultades que te encuentras son las abundantes y bonitas cascadas que jalonan todo el recorrido… Ésto, unido a la frondosa vegetación típica de las zonas silíceas (bosques mixtos caducifolios) convierten este arroyo, a mi entender, en uno de los mejores descensos para iniciación de la región (sobretodo cuando lo pillas alegre de caudal); La comodidad de las cabeceras para iniciar los rápeles, el número de ellos, la seguridad de poder escapar y salir airoso de posibles embarques y la belleza del terreno por el que pasas, ya no solo por el bosque de ribera y las cascadas, sino también por el ancestral aprovechamiento del agua llevado a cabo por los lugareños desde los tiempos de “Mari Castaña”, a través de molinos (por desgracia ya en ruinas), antiguos canales de recogida de agua e incluso una, no sé si minicentral o depuradora de agua… dan cuerpo a una bonita y relajada actividad.
A todas las razones expuestas hasta ahora, le unes la emoción de llevar a tú pareja por un lugar aislado que solo conocía de oídas y ver las caras de felicidad mientras baja por esas largas cascadas (la mayor de ellas tiene treinta metros de altura), y las de asco en alguno de los destrepes, a la orden de:
_ ¡Agggg, mira que ARAÑA(*)!, quítala de ahí… ¡MÁTALA!, No, no. Yo por ahí no paso.
_ Venga guaja, tira pa´bajo que ta ahí colgada y casi ni se ve.
_ Y una mierda, ¡DIOS! Si hay otra al lado… ¡MÁ-TA-LAS!
_ ¡¡PIM PAM PUM!! ¿Contenta?...
_Que conste que solo quitaste una… la otra cayó por donde tengo que pasar, ¿Oiste?
_ ¡RECRISTO! Que cruz con los bichos; (Esto para el cuello del neopreno).
Con la completa catalogación sobre la fauna invertebrada realizada por la Doctora Nerea y es que, a Fe mía, no hay nada como un buen trauma infantil para desarrollar las dotes detectivescas, nos vamos acercando al final de nuestro acuático día sorteando obstáculos, echándonos una risas, sacando fotos… “apartando bichos”, etc. Ya para finalizar, nos salimos del cauce unas decenas de metros antes de alcanzar una cabaña de madera, creo que perteneciente al ICONA. Desde allí solo nos restan unos quince minutos, primero por una senda y después por el vil asfalto, hasta volver al lavadero, donde iniciamos nuestra andadura unas cuatro horas antes… y la tortilla esperando, hummmmm…
PD: Mientras escribo estas líneas, dos garrapatas han vilipendiado mi tierno cuerpo… una cerca del culo y otra en la zona opuesta, ¡y no quiero dar más detalles!
(*) En este apartado sirven al uso los términos Ciempiés y “bichos alados”. Todo ello para diferentes puntos del recorrido.

Beyu la redonda

Domingo 15 de Junio de 2008, falta poco para todo… para las vacaciones, para que suba el Sporting, para que deje de llover, para recuperarnos de unas inesperadas lesiones (una inflamación en el hombro y una más que posible rotura de dedo del pie), etc. Con este panorama, decidimos retomar las operaciones barranquiles y atacar el cañón del título. Bueno en realidad, más que un cañón, se trata de un accidentado arroyo que divide el maravilloso bosque pongueto a mitad de camino entre el desvío a San Ignacio y Puente Vidosa, donde une sus aguas al río Sella.
Dejamos la furgoneta en un apartadero a poco más de quinientos metros de Puente Vidosa, trás visualizar la última cascada del barranco desde la misma carretera y comprobar el nivel de agua. Una vez pertrechados, nos metemos por una pequeña senda que partiendo de la carretera, sube paralela al arroyo en zigzageantes rampas de bravo desnivel. En menos de veinte minutos coronamos un estrecho paso abierto entre la roca caliza y descendemos hasta un gigantesco caos de bloques, ya en una zona más abierta y punto de unión con un afluente de menor entidad. En este paraje abandonamos la senda por la que veníamos y cuyo destino son las altas majadas de Baeno (testigo de nuestra andadura hace ya tiempo en un fallido intento al pico Canillín) y metemos la directa hacia el torrente. En total no llegaría a la media hora, el tiempo transcurrido desde el aparcamiento hasta tocar la orilla del río.
Ya metidos en faena, no queda más que disfrutar del paisaje y juguetear con el agua. Las copiosas y persistentes lluvias de esta temporada, nos amenizan los sucesivos resaltes que se interponen en nuestro camino con una buena dosis de agua que la verdad no esperábamos. Algunos rápeles, de no más de diez metros de altura (excepto una cascada de forma puntual), conforman la primera parte del barranco y nos dan idea del carácter abierto del descenso, no en vano, estos resaltes son destrepables por casi cualquier sitio (teniendo cuidado con lo resbaladizo del terreno). Así pués, con el bosque de testigo y la lucha constante entre la roca y el agua, vamos acercándonos a la parte final del barranco y claramente diferenciable del tramo superior. Se trata de una zona también abierta, siguiendo la tónica general del descenso, pero donde el agua se encauza con algo más de fuerza, dándole vistosidad al descenso de los tres rápeles finales (de más de diez metros de altura). Éstos se distribuyen de forma consecutiva y en poco tiempo te dejan en las inmediaciones de la carretera mientras que al arroyo la Redonda, que parece sumirse algo a la salida, todavía le quedan unas decenas de metros para incrementar el grueso del río Sella. Dos minutos después estamos al lado de la furgo listos para descorchar.
Ya vestidos de calle y bien impregnados de las feromonas neoprénicas características, cabalgamos hacia poniente con el sol a nuestras espaldas y el corazón de las lugareñas en nuestro puño…. Bueno, ¡vale!… tiramos a Puente Huera para hacer lo que mejor se nos dá y ningún manual nos enseñó: comer/ lingotazo de Ribera del Sella/ comer, en ciclos combinados y a tiempo indefinido. Apoyamos el festín con dos millones de planes y proyectos para próximas fechas y posteriormente animamos la sobremesa con las aventuras futboleras y demás trastadas de Manuel, el hijo del dueño del chigrín de Puente Huera. Una vez “fartucos” de todo, emprendemos el regreso a Oviedo, listos para animar al Sporting en su batalla final.
En definitiva una buena actividad: Aguas muy limpias, estético por la bonita visión del entorno y rápido de acceder y de descender (muy bueno para cuando tú equipo se juega el ascenso a primera división y no quieres prisas)… En nuestra opinión se trata de un corto descenso que técnicamente ofrece poca dificultad, siempre y cuando se tenga presente que se trata de una progresión por un terreno resbaladizo, con bloques sueltos en algunas zonas y pequeños agujeritos escondidos bajo el agua que hacen las delicias de tibias, peronés y tobillos. Por estas razones y como todo barranco, para pasarlo bien pero con seguridad. Es muy recomendable hacerlo con mucho caudal, le da ese puntín disfrutón que seguro no tiene en las épocas de estiaje, donde seguro que baja un hilo de agua.